Aunque en los últimos 25 años la mortalidad materna se ha reducido en un 44% esta sigue siendo alta sobre todo en los países más pobres.
Cada día
mueren en todo el mundo unas 830 mujeres por complicaciones en el embarazo o el parto y prácticamente todas estas muertes se producen en países de ingresos
bajos pudiendose la mayoría haber evitado.
A finales de este pasado año, alrededor del 99% de las muertes maternas del
mundo se han producido en las regiones en desarrollo, concretamente en África
subsahariana, han tenido lugar el 66% de esas muertes.
![](http://s3.amazonaws.com/elespectador/files/images/6c8b13ff288342aa98a9d9f3b0a4e8da.jpg)
Muchas mujeres no reciben la asistencia
que necesitan antes, durante y después del parto debido, entre otas muchas causas, a que en algunas zonas no hay profesionales disponibles, y si los hay, la atención no es buena. En otros casos, la mujer no tiene acceso a
los centros sanitarios porque no dispone de medios de transporte o
porque no puede pagar el costo del transporte o de los servicios de
salud. Por tanto, es más que obvio que la mortalidad materna está estrechamente ligada a la pobreza, de ahí que el mayor número de muertes maternas se produzca en los paises en desarrollo más pobres.
El fallecimiento de las madres además de provocar tragedias personales, conlleva graves consecuencias. Estas consecuencias no son sólo para los familiares de las madres fallecidas sino también para la comunidad y la economía local. La mujer en los hogares de bajos ingresos no solo desempeña un papel reproductivo, sino también productivo. Por ejemplo participando en el trabajo agrícola en la obtención de ingresos adicionales y proporcionando a la comunidad de servicios básicos.
Por otra parte, cuando muere una madre, muere
también un individuo productivo de la sociedad, además sus hijos de corta edad y el recién nacido si sobrevive, tienen mayores probabilidades de morir, de padecer malnutrición y tienen menos probabilidades de ser
escolarizados.
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