Una parte de
los gases se disuelve en el medio líquido por un intercambio de moléculas entre
ambos elementos. Este intercambio puede ocurrir entre el aire y el agua de los
océanos, ya que una parte de los gases disueltos en el mar, principalmente
dióxido de carbono, procede de la atmósfera. Así, cuando se tiende al
equilibrio hace que si se aumenta la concentración de dióxido d carbono (CO2)
atmosférico se produce un incremente de este mismo gas en el medio marino.
Desde el
comienzo de la revolución industrial se está produciendo un progresivo
incremento del dióxido de carbono atmosférico. Una de las causas, es el uso de
combustibles fósiles en el transporte, entre otros procesos industriales. La
consecuencia de esto es que la concentración de dióxido de carbono atmosférico
ha aumentado más del 30% por lo que está favoreciendo al calentamiento global
y, a su vez, al efecto invernadero. Pero, además, este incremento tiene secuela
en el medio marino contribuyendo al incremento de acidez del mar a un ritmo
vertiginoso. Se destaca que este incremento de gas en el medio marino reduce la
disponibilidad de iones carbonatados necesarios para que muchas especies formen
sus esqueletos y, además, puede dificultar el funcionamiento de sus procesos
fisiológicos y metabólicos. Se puede decir a todo ello, que afecta
principalmente a corales, moluscos y crustáceos, aunque tampoco se libran
algunas especies planctónicas.
Si no se
impone alguna medida antes esta situación actual, la acidificación del mar
provocará cambios en los ecosistemas marinos y en su biodiversidad, afectado a
su vez a la producción de alimentos y al desarrollo económico de las zonas
litorales, ya que podrá disminuir la pesca o el turismo.
Para evitar
que esta situación siga evolucionando la única solución es reducir las
emisiones de dióxido de carbono, por lo cual es necesario que se reduzca el uso
de combustibles fósiles, aumentar la eficiencia energética y potenciar el uso
de energías alternativas.
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